martes, 6 de enero de 2009

Tiempo

Así como una canción pasa enseguida sin que nos demos cuenta casi, así se pasa el tiempo también.
Los segundos, los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses, los años.
Ya llegamos al 2009. Mi vida está por llegar a los 18 años de antigüedad. Y me pregunto qué es lo que ha sucedido en este largo (para mi) tiempo en que he estado pisando este planeta (aún no tuve el placer de visitar algún otro). Me doy cuenta de que necesito aprovechar al máximo cada momento, no puedo desperdiciar nada, porque el reloj corre y nunca se detendrá, y me gustaría que mi historia esté escrita sin espacios vacíos; que en la sinfonía final de mi vida no haya partes inconclusas. Le haré la guerra al tiempo, él no me ganará, intentaré no dejar escapar ningún instante, porque si lo hago jamás lo podré recuperar. No quisiera sentarme una tarde futura a pensar en lo que hice a lo largo de mi vida, y darme cuenta de que tiré a la basura segundos sin usar, minutos vírgenes, horas intactas, como nuevas, en las que tal vez ni siquiera hice uso de mis ojos ni de ningún músculo; segundos, minutos, horas, en que quizás no existí, inservibles páginas en blanco, momentos que viví haciendo nada, mirando el cielorraso, o algo similar.

Reflexiono, pienso en todo esto, y llego a la conclusión de que odio al tiempo. Me aterra un poco su velocidad. Me dan miedo sus posibles consecuencias. El destino, todo me atemoriza, me desespera, si me pongo a pensar más profundamente.
¿Hay algún remedio a esta situación? Yo no lo encuentro. Ni tampoco creo que exista. Por ahora me conformaré con enfrentarlo, sí, a él, al tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario